Luminosas en las tinieblas, tan numerosas en el cielo como humanos en la Tierra, las estrellas han sido compañeras simbólicas de los hombres en los cuatro rincones del mundo. Como brillan con tanta intensidad. cada uno puede escoger la suya, referirse a su buena estrella.
Existe entre ellas y nosotros un vinculo intimo que facilita su adopción como amuleto. La estrella, fiel cada noche a su puesto. tiene algo de constante que parece contrariar las incertidumbres de la vida en la Tierra.
En la mitología griega, las estrellas son las reencarnaciones de los héroes o divinidades: Las Pleyades son las siete hijas de Atlas, la Osa Mayor es la ninfa de Calixto, etc. En otras civilizaciones, son las almas de los muertos: la estrella errante seria la del difunto cuando esta llegando al paraíso, de donde proviene la costumbre de pronunciar una corta oración para el, que se transforma, en cosecuencia, en un deseo de felicidad.
Las estrellas errantes, raras, fugaces, quasi mágicas, fueron objetos de numerosas supersticiones. Para los romanos y los chinos constituyen un mal presagio, al igual que, en otros países, cuando se trata de una verdadera lluvia de estrellas errantes.
Se dice que en Suiza cayó una en la víspera de la Segunda Guerra Mundial. A modo de amuleto, la estrella de cinco puntas, el pentaculo, es un símbolo de perfección, la de siete puntas de la armonía del mundo. Pero la figura mágica mas grande es, sin duda, la estrella de seis puntas, el sello de Salomón, compuesta de dos triángulos equilateros entrecruzados. Si hoy en día es considerada sobre todo símbolo del judaísmo, durante la antiguedad fue un signo benéfico que se reproducía en los amuletos.
Según la leyenda, esta estrella fue grabada en el anillo mágico de Salomón, rey de Israel en el siglo X antes de Jesucristo, llamado Solimán, príncipe de los djinns en los cuentos islámicos.
La sabiduría de Salomón (celebre por sus juicios) vendría de este sello con el que habría marcado a los demonios, para ponerlos a su servicio. Pero un día Salomón habría perdido su sello en el Jordán, de donde habría sido robado por un genio, que reino en su lugar hasta que Dios le obligo a arrojar el anillo al mar. Si creemos esta historia, aquel que encuentre este poderoso talismán, sera el dueño del mundo.
A la espera de encontrar este sello, la estrella de mar es un amuleto mas modesto. Llamada "flor de San Gilles" en Bretaña, se cuelga del cuello de los pequeños para protegerles de miedos infantiles, posible recuerdo de estos guiños luminosos que el cielo nocturno parece enviar al hombre para hacerle soportable su oscuridad infinita.
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